domingo, 24 de junio de 2007

Las siete maravillas del mundo

En estos días he estado escuchando con frecuencia que hay una votación para elegir las nuevas siete maravillas del mundo. No sé exactamente cómo funciona la mecánica, pero tampoco me interesa. El caso es que la gente no para de hablar de eso y tanto en la radio como en la televisión, así como en algunas páginas de internet, se asoma con insistencia la voz que anuncia que por México está la posibilidad de escoger a Chichén Itzá como una de las siete edificaciones que estará en la lista final. Y todos esos medios de comunicación insisten en que debemos votar y no sé qué tanto más.



En realidad no entiendo el por qué de esta emoción. No le veo ningún chiste a tener una maravilla de esas en México. La empresa que fomenta tal votación se llama New Open World Foundation y es propiedad de un suizo, Bernard Weber. Según esto no hay fines lucrativos, aunque hasta donde tengo entendido votar por ciertos medios, como el teléfono, tiene un costo. Parece que la lista final se dará a conocer el próximo 7 del 7 del 2007. Hubiera sido mejor el 6 del 6 del 2006, un número mucho más atractivo. Por otro lado los mexicanos estamos acostumbrados a emocionarnos con este tipo de cosas; que, supongo, nos hacen sentir de alguna manera "triunfadores": el sandwich más grande del mundo (relleno de jamón de pavo, queso manchego, lechuga y mayonesa. Elaborado en 2004 en el Zócalo de la ciudad de México y cuya imagen se puede ver aquí), la cantidad de gente desnuda más grande en el mundo (Spencer Tunick, también en el Zócalo, en 2007) y ahora una de las siete maravillas del mundo.

Paradójicamente, en la revista Milenio Semanal, apareció un reportaje sobre el daño que recibió el arrecife de Cancún, el segundo más importante del mundo (ése sí). El deterioro ocurrió porque unos empresarios utilizaron un bote, destinado originalmente para fines turísticos, "como remolcador de una estructura de trabajo", ocasionando deterioros a distintas especies de coral y fragmentaciones o rupturas en colonias y escoriaciones. Además, en el texto se descubren los daños que se le han hecho a la playa de Cancún, por hacer construcciones imprudentes en lugares poco adecuados. Ya ni mencionemos que las grandes hoteleras se han adueñado de esa parte del Caribe...

En fin, retomando lo de las siete maravillas, el viernes pasado escuché que la Unesco no iba a reconocer la votación impulsada por la empresa de Weber. Cosa que me dio mucha risa: tanto alboroto para que no tenga validez de la organización que debe darla. La verdad es que es bastante injusto que las siete maravillas sean elegidas por un cúmulo de ignorantes que no saben nada de arquitectura, ni de historia del arte. Así, estamos hablando de un concurso peor que los que transmite Televisa, una de las televisoras locales. Me pregunto qué hubiera pasado si el Estadio Azteca se encontrara en las listas de posibilidades como una de las siete nuevas maravillas del mundo. Seguramente ocuparía los primeros lugares. Bueno, al menos yo hubiera votado por él.